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Con apenas pocas horas de sueño, el cansancio aún no era impedimento para comenzar el día de manera trepidante en un aeropuerto. Justo a las 4 am vino por mí un taxista, mucho más atento que el primero que me recibió días antes en mi llegada. La ciudad desierta de tráfico me permitió llegar rápidamente a la documentación para el vuelo doméstico en punto de las 6 am. Cusco esperaba por mí y yo moría de la emoción. El vuelo es demasiado corto, 50 minutos para ser exacto. Por suerte pude encontrarlo a 90 dólares por la aerolínea Peruvian; algo bastante económico para ser extranjero.
Los precios suelen variar para los nacidos en tierras Peruanas. Si optas por viajar en bus prepárate para unas 18 horas de viaje en una carretera serpenteante.
Rodolfo, un guía de turistas que contacté unos días antes, estaría esperando por mí. Si, él fué la primera persona en el mundo en saber, de mi boca, que yo iba a ser papá justo a mi llegada. Lo reconozco apenas lo veo ingresando al aeropuerto, su buena vibra se nota a kilómetros de distancia.
No hay tiempo para descansar, y la verdad es que ni quería, Rodolfo me acompaña al hostal y después de pocos minutos de plática me dispongo a continuar la aventura. Me recomienda comer algo en el Mercado de San Pedro, al cual lógicamente acudí con más emoción que hambre. Después, comienzo a recorrer las reducidas calles del centro de Cusco, como se debe realizar: caminando y con cara de novato por estos rumbos.

Un lugar tan pintoresco que inmediatamente lo relaciono con mi querido y alejado Pátzcuaro. Y también Tacámbaro (un año después se convertiría en Pueblo Mágico). Con el primero por su tamaño y con el segundo por su callecitas estrechas, techos con teja y muros de color blanco. El sentimiento se apodera de mí apenas en el tercer día de viaje. Yo llegué para Inti Raymi, pero las fiestas han durado toda la semana previa por lo que en el centro existe un mundo de gente, tanto locales como turistas.


Turistas por todos lados, se nos nota. Se mezclan, se pierden unos con otros. Tuve la fortuna de ver comenzar el día con un acto cívico-militar y continuando con una decena de danzas típicas provenientes de distintos lugares del Perú, las tomas que se pueden conseguir con inmejorables. Mientras una señora me dice: ¿Verdad que con tu cámara se toman buenas fotos?. No tuve más que asentir con mi sonrisa más fingida de la historia. Al mediodía el desfile había concluido, teniendo aun tiempo para visitar La Catedral de Cusco, plaza de Armas, La Iglesia de la Compañía de Jesús, Plaza e Iglesia de San Francisco y, sin falta, el Barrio de San Blas que sin duda, es de lo más pintoresco en toda la ciudad.

Aprovecho para comer algo típico en una cocina económica cercana a mi hostal (o eso creía, porque después me perdí, pero esa fué otra historia).
Por mi condición de extranjero y lejos de ser estudiante, me obligaron a adquirir un tipo de boleto llamado Boleto Turístico del Cusco Integral (mejor conocido como CTCL) (ya contaré sobre ésto un poco más adelante), así que tenía carta abierta para visitar prácticamente cualquier de los tantos lugares turísticos en Cusco como lugares cercanos. Pagué un total de 130 S/. (algo así como 40 dólares).
De igual manera opté por tomar un bus que me estaría desplazando, desde la plaza de Armas, a varias de las zonas arqueológicas cercanas a Cusco. Así llegué a Sacsayhuaman, la zona arqueológica por excelencia de Cusco; además de ser la más cercana a sólo 2 kilómetros. Se trata de una construcción que tenía como objetivo ser utilizada como fortaleza militar-ceremonial a través de muros megalíticos en forma de zig zag. El tiempo aquí se fué rápido, pero teníamos que continuar.
Todos son lugares místicos, con ese ambiente que comienza a caracterizar mi viaje. ¿Qué tal el frío? Si, bastante y, si provienes de un lugar no tan alto, la altura de Cusco comienza a cobrar factura. No debes perderte Saqsayhuaman que, los que saben, dicen que es 4 veces más grande que Machu Picchu (si, es enorme). Valen inmensamente la pena las vistas de Cusco que desde acá se consiguen. Le dediqué al menos una hora al recorrido que me tenía muy emocionado con la cultura Inca a 3,700 msnm. El lugar está diseñado y construido gracias al máximo esplendor de la técnica inca que tanto les caracterizó: el tallado de piedra caliza a medida que pareciese haber sido cortada con láser o algo similar debido a la alta precisión en que una roca se unía a otra. No cabe ni una hoja de papel en la unión de éstas. Se cree que fué una fortaleza militar, rodeada de murallas para su defensa, grandes almacenes de alimentos, armas y demás materiales de construcción, canales para la distribución de agua y grandes cisternas para su almacenamiento. Vaya lugar!! pude imaginar todo lo que en este lugar pasó algunos cientos de años atrás. Y mañana – pensé – aqui concluirá Inti Raymi.

En Cusco oscurece temprano, a las 6 pm comienza a perderse el sol entre el horizonte por lo que las actividades deben comenzar temprano para aprovechar la luz y, repito, el frío cala con mucha fuerza. Ya entrada la noche, y por las cercanías de varias de las zonas arqueológicas, aproveché para ir en el mismo bus a Tambomachay, un lugar edificado como culto al agua y destino de descanso para el jefe del imperio inca. Posee, además, acueductos, canales y cascadas a través de las rocas.
En este trayecto también visité Kenko (o Qenqo, o Q’inqu en quechua), a 6 kms de Cusco, y que lleva este nombre por las galerías subterráneas en forma de laberinto y unos canales tallados sobre la tierra en forma de zigzag.
Al regreso, la ciudad ya se encontraba sin luz natural y tomó un toque especial alumbrado por las farolas de un color amarillo luciendo increíble. Cusco, tan impresionante como siempre lo imaginé. Un día un tanto agotador por tantas escalinatas subidas terminaba ahí. Era mi primer día en la capital del imperio Inca.