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El día comenzó más temprano que el anterior, pues la cita en Saint Michel (al igual que el día anterior con Sandemans) era a las 9 am, y no a las 11. Afortunadamente ya sabíamos la manera de tomar el metro, y en dirección a Porte d’Orléans, 8 estaciones después, Saint Michel. Y ¿Cómo no? Otras crepas iguales a las del día anterior de Mich’ Sandwiches, pero ahora con jugo para recuperar energías. La crepa dulce cuesta un promedio de 3.5€ y un jugo por 2.5€. En total pagamos 12.
10 minutos antes de las 9, nos encontrábamos listos para el recorrido. El precio del tour por Los Jardines de Versalles fué por un total de 30€, el cuál ya incluía el transporte y tour guiado. Ese día, por ser Martes, Los Jardines abren en todo su esplendor, incluyendo las fuentes musicales y todos aquellos lugares que, en cualquier día diferente, estarían cerrados. Vaya suerte la nuestra! Por ingresar a todo ello, tendría un costo adicional de 7€, pero bien valen la pena.
Antes de arrancar, Lucas se presentó con nosotros pues él sería el guía, abonamos los 7€ pues él compraría los tickets antes de ingresar y se tendría un acceso preferencial, que siempre se agradece pues el tiempo cuesta. A la par nos entregó nuestros boletos de RER que nos servirían como transporte.
Ya platiqué un poco sobre el RER, que realiza muchos recorridos como si de un metro se tratase pero sólo en París, muchas veces hasta en las mismas vías, pero que su función principal es el transporte hacia las cercanías de la ciudad, mismas a las que el metro ya no llega. El boleto se adquiere con un origen-destino y tiene precios diferentes. Si hubiésemos comprado el boleto por separado, hubiésemos pagado un total de 16€ solo por el transporte de ida y vuelta. Tomamos el RER en Saint Michel y bajaríamos hasta la última parada a través de la línea C5, en dirección precisamente a Versalles (Château de Versailles). El trayecto se completa en aproximadamente 30 minutos. Una vez llegados a la estación, realizamos una parada técnica en un McCafé que está justo frente a la estación y nos enfilamos hacia el Palacio de Versalles, ese que siglos atrás fungió como Residencia Real por órdenes de Luis XIV, pues él fué quien ordenó su construcción, le dió su función y destino al enorme Palacio. A la entrada del Palacio se encuentra una enorme estatua de él y es digna para la típica foto de este excéntrico personaje histórico.
Con el tiempo suficiente, es posible ingresar tanto a los Jardines del Palacio como al Palacio mismo, pero para el segundo es una inmensa fila pues el control de seguridad es exhaustivo y poco efectivo. Para los jardines es más desahogado, además de contar con un acceso preferencial por tener un guía contratado. Nosotros solo hicimos lo segundo.

A primera impresión el complejo de Los Jardines de Versalles es enorme. Una vez que los recorres, son más enormes aún. Corredores, jardines, estanques, fuentes y estatuas. Éstas últimas dan un toque excepcional a todo el conjunto, pues obras importantes se encuentran aquí y no es un museo, es un jardín al aire libre que asemeja a un museo con un toque diferente. Existen varias formas de recorrer el jardín o los jardines: caminando o rentar un carrito de golf para moverte, y hasta el uso de una lancha en el Gran Canal. Cuidado! son enormes, en serio. Casi 8 hectáreas por lo que tendrás que valerte de un mapa para visitar aquello que te parece más importante, o, mi recomendación, si es ir acompañado de un guía para comprender lo mayor posible lo majestuoso de cada fuente en el impresionante lugar. Las leyendas que cuentan, anécdotas y datos históricos, toman otro sentido estando en el lugar donde ocurrieron, y más con las extravagancias de los personajes que las protagonizaron. Luis, Maria Antonieta y Fouquet, entre otros.
Si la visita es en día diferente al Martes, muchos de los atractivos, jardines y fuentes estarán cerrados y se aprecian únicamente a través de rendijas y no estarán encendidas ni musicalizadas. Por suerte, nosotros las vimos danzando al compás de música clásica; muchas aún conservan su ingeniería hidráulica original.
Iniciamos el recorrido por la fuente de Latone simbolizando a la madre de Apolo y data del año 1670. Con una vista magnífica, desde unas escalinatas se puede ver esta fuente y al fondo el Gran Canal. Durante el recorrido visitamos las fuentes que ilustran las 4 estaciones del año por su origen: Fuente de Flora (primavera), Fuente de Ceres (verano), Fuente de Baco (otoño) y Fuente de Saturno (invierno). Todas muy cercanas a la Avenida Real de los Jardines.
Al sur del complejo se localiza La Orangerie, la cuál fué construida durante la primera etapa de construcción de todos los Jardines y sirve como albergue para los naranjos y otros arbustos durante la época de invierno.
Entre los bosquetes (aprovechando la naturalidad de sitios y acondicionados en los espacios boscosos entre avenidas) más representativos se encuentran La Sala de Baile, El Obelisco, La Encelada, La Colonnade y Bosquete del Delfín. Todos con belleza excepcional y galanura inquietante. El que más me impresionó fué el primero, lo acepto, pues a raíz de la anécdota sobre la costumbre de Luis XIV en visitarlo y bailar mientras su corte lo veía sentado en la especie de estadio, incrementando así su ego y excentricidad, lo pude visualizar dando vueltas por la circunferencia base del pequeño recinto.
El complejo es muy amplio, quizá para un día de caminata sin parar y solo para los jardines. Lejos, muy lejos del estanque de Latona, y aunque aparentemente se encuentre cerca por la perspectiva, se encuentra el Gran Canal. No me percato de su tamaño hasta estar cerca de él gracias a la perspectiva aumentada. Tiene una longitud mayor a 1600 metros y en ella se realizaban festejos náuticos y demás celebraciones, actualmente está disponible para uso de remos y lanchas de renta para los turistas. Al final y en una de las alas del canal se encuentra una extensión del Palacio que fué llamada La Pequeña Venecia o Petite Venise, ya que ahí vivieron gondoleros con sus respectivas góndolas regaladas por la República de Venecia una vez aperturada la obra.
Nuestra visita terminó en una de las más amplias fuentes de todo el complejo, la fuente de Neptuno. Casi 3 horas de recorrido que, entre terracería y bosque, cansan a cualquiera. Eran las 13:20 horas cuando nos dirigimos hacia la salida, las filas por ingresar al Palacio aún eran interminables. Tuvimos que regresar caminando hasta la estación de RER donde gracias a una estruendosa tormenta hicimos el recorrido caminando en solo 15 minutos desde el Palacio; una distancia de 1 km aproximadamente.
Llegamos mojados pero contentos, una lluvia en Francia se disfruta más. Solo hay una ruta de RER en ésta estación por lo que bastó con encontrar el más próximo, indicado en un letrero entre los varios coches estacionados. El ticket ya lo teníamos desde la salida de París, con un costo de 8€ por trayecto. Por la ruta que seguiría, descenderíamos en Saint Michel pues la idea era realizar la visita a Notre Dame en su interior, que un día anterior no habíamos realizado. El trayecto no fué mayor a 40 minutos, y que aproveché para dormir un poco a casi las 15 horas.
Desde Saint Michel a Notre Dame existe una distancia de menos de 1 km que recorrimos en menos de 10 minutos a orillas del río Sena. Al llegar era una fila interminable, tanto que nos decepcionamos un poco y estuvimos a nada de no ingresar. Pero gracias al clima que comenzó a llover fuertemente, el flujo fué más rápido y con mayor prisa la gente ingresaba para cubrirse del agua, lo aprovechamos. Vaya Catedral! Si por fuera es increíble, por dentro lo es más. Imponente e impresionante. Oscura y con grandes vitrales que proporcionan esa esencia al estilo gótico. En su interior destacan el gran órgano, la estatua de Juana de Arco y Piedad, así como otras capillas a las cuales no se tiene ingreso pero se pueden observar perfectamente desde sus afueras. El ingreso a la Catedral de Notre Dame no tiene costo, si así el ascender en grupos reducidos, lo cuál provoca filas de hasta dos horas que nosotros preferimos evitar pues no estábamos seguros si nos daría el tiempo de ingreso con algún grupo. Ya eran casi las 16 horas.
Así decidimos regresar a Saint Michel para tomar el metro hasta Gare du Nord, pues ese día nos daríamos media tarde de descanso que después de 11 dias era necesaria. Eran las 17 horas cuando descendimos del metro y teníamos hambre, ahora no buscamos nada local, al contrario, necesitábamos hamburguesas. Algo más barato, sin duda. Justo frente a la estación de tren encontramos Quality Burger Restaurant, el cuál ofrece menús muy económicos (quizá un poco raquíticos) pero que cumplieron el objetivo. Menú de hamburguesa con papas y refresco por 9€, menú de dedos de queso y alitas de pollo por otros 7€, en total pagamos 29 pues nuestra hambre era grande.
A sólo 100 metros estaba nuestro hotel, así que nuestro día hoy terminó en gran descanso y comida chatarra para los días posteriores. Durante todo viaje es justo y necesario un break de este tipo.